La noche que los Beatles conocieron a Bob Dylan y la marihuana

  • La noche que los Beatles conocieron a Bob Dylan y la marihuana

    Un día como hoy pero de 1964, Bob Dylan y los Beatles se encontraban por primera vez. Y el encuentro tendría algunas consecuencias inesperadas. Esa noche los Beatles tocaron una de las dos fechas que tenían programadas en Forest Hills. Bob Dylan, que vivía en Woodstock, a 50 kilómetros de Nueva York, fue a visitarlos a su hotel.

    El Delmonico era un hotel lujoso en pleno Manhattan. En su historia había recibido muchos visitantes célebres. Sin embargo nunca como esos días de 1964 en que se alojaron allí John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, sus empleados vivieron algo igual.

    Eran los días, como decía Dylan al teléfono, de la Beatlemanía. Ese fenómeno que mezclaba histeria juvenil con devoción intergeneracional ya llevaba varios meses de vigencia y no parecía que fuera a decrecer.

    En la vereda del hotel miles de jóvenes esperaban para ver a sus ídolos. Se quedaron varios días, esperando y aullando, con la ilusión de verlos, aunque sea unos pocos segundos, de paso hacia el auto. En el lobby y en los pasillos del hotel decenas de policías y de empleados de seguridad privada vigilaban que no hubiera intrusos.

    Los cuatro músicos estaban encerrados en una habitación del sexto piso. Pasaban gran parte de las horas juntos, riéndose y bebiendo. Sólo unos pocos accedían a ellos. Brian Epstein, su manager, y algunos asistentes. Nadie más.

    En el mismo piso en el que se encontraban había una habitación que funcionaba en "modo limbo". Allí algunas celebridades aguardaban su turno de ser atendidas, de ser recibidas al menos unos minutos por los cuatro jovencitos de Liverpool. La gran mayoría, después de varias horas de estar sentados en la soledad del cuarto esperando alguna noticia, se cansaban y se retiraban. Figuras del deporte, de la música y del cine, o groupies (aunque faltaban unos años para que se las llamara así) adineradas y con contactos quedaban en la antesala de conocer a los cuatro jóvenes más codiciados del planeta.

    A los que llamaban por teléfono no les iba mejor. Dicen que en esos tres días en que estuvieron alojados ingresaron decenas de miles de llamadas al conmutador del Delmonico. A la habitación sólo pasaban las que venían precedidas por una contraseñacreada a tal fin.

    Al Aronowicz, un periodista con casi medio siglo de carrera y con miles de notas publicadas, tiene un hito insuperable en su trayectoria. Es quien posibilitó que ese 28 de agosto de 1964 se encontraran Bob Dylan con los Beatles.

    Esa intermediación fue el clímax de su vida. Lo pasó a buscar por su casa e hizo que sorteara todas las trabas para llegar hasta ellos. Las ganas de encontrarse y conocerse eran mutuas. Los Beatles admiraban a Dylan. Habían escuchado hasta el hartazgo los dos primeros discos de Bob y estaban fascinados por ese nuevo lenguaje que introducía en la música popular.

    "Era nuestro ídolo, lo admirábamos", reconoció Paul en Anthology. John también recordó el primer contacto con su temas: "Un DJ francés le pasó el segundo disco de Dylan a Paul. No paramos de ponerlo; creo que lo gastamos. Nos enloquecía".

    Y a Bob, por su parte, le intrigaba esta nueva aparición y reconocía en ellos algo que los demás no tenían. Quería ver de cerca el fenómeno, estudiarlo. Entender por qué en sus recitales todos escuchaban quietos y en silencio, y en los de los Beatles sólo había frenesí y griterío.

    Ya en la habitación, luego de intercambiar algunas formalidades, Dylan preguntó si había algún vino barato para tomar. Los Beatles sólo tenían champagne francés y whisky escocés. John Lennon mandó de inmediato a Mal Evans a comprar varias botellas. Del interior de su campera, Dylan sacó una bolsa con marihuana. Los Beatles se miraron entre sí. Alguno confesó que ellos no fumaban. Dylan se mostró sorprendido. "Yo estaba convencido que sí. Entonces ¿De qué trata su canción?". La suposición provenía de un malentendido. Bob creyó escuchar que en I want to hold your hand cantaban: "I get high, I get high". Le aclararon que la letra decía: "I can't hide, I can't hide".

    Los Beatles se entusiasmaron con el ofrecimiento. Bob, conocedor de los problemas que podían caerle encima a un músico en esa época si lo encontraban con droga en su poder, les pidió ir hacia otro cuarto dónde no hubiera tantos desconocidos. Cerraron las cortinas y pusieron toallas bajo las puertas para que no se filtraran ni el humo ni el olor.

    Así, Aronowitz, el manager de Dylan, el mismo Bob, los Fab Four y Brian Epstein se mudaron hacia una habitación interior de la enorme suite.

    Dylan comenzó a armar un cigarro pero su torpeza motriz complicaba la operación. Lugo de unos minutos terminó y le ofreció el primero a John, que se lo pasó a Ringo. Justificó su decisión con una humorada: "Él es nuestro catador, nuestro conejillo de indias", dijo.

    Ringo, desconocedor de las reglas de etiqueta del consumo de marihuana no lo compartió y lo consumió como si se tratara de un cigarrillo de tabaco. Pronto sus carcajadas inundaron la habitación.

    Así cada uno de los Beatles fumó porros armados por Bob Dylan. Rieron y se divirtieron por horas. Esa noche quedó registrada en la historia como la noche en que los Beatles descubrieron la marihuana gracias a Bob Dylan, futuro Premio Nobel de literatura.

    A lo largo de los años, los cinco principales protagonistas dieron sus versiones del hecho.

    Ringo dijo: "Esa fue nuestra primera vez con la marihuana. Me reí, me reí y me reí. Sin parar. Fue fabuloso".

    John, por su parte, contó que "fumamos y nos reímos toda la noche. Bob se la pasó contestando el teléfono. Era ridículo. No recuerdo muy bien de qué hablamos, sólo estábamos ahí siendo roqueros, fumando marihuana, tomando vino y pasando un buen rato algo".

    Paul contó algunos detalles más: "Bob inició a los Beatles en la marihuana. Fue muy divertido. Yo creí que por fin había encontrado el sentido de la vida. Quería contarle a la gente de qué se trataba. Yo era el más grande descubridor, en ese mar de marihuana en Nueva York. Le pedí a Mal Evans que me consiguiera papel y lápiz. Y lo escribí y le dije a Mal que guardara bien ese papel. Cuando nos despertamos vi que sólo había escrito: 'Hay siete niveles'. No resumía exactamente todo lo que había pensado pero al menos nos divertimos mucho".

    Un año y medio más tarde Lennon citaría esta situación en su letra de And your bird can sing.  Y pareciera que se dirige a Paul cuando canta: "Decís que viste las siete maravillas y tu pájaro es verde pero no podés verme".

    George Harrison, por su parte, fue el que desmitificó esa noche recordando que ya habían probado en Liverpool provistos por un baterista amigo.

    Bob Dylan, cuando años después fue consultado por esa noche, fue escueto, no se vanaglorió de lo hecho y minimizó la dimensión legendaria del encuentro. "Es cierto nos vimos una noche. Y la pasamos bien. Mucho mas no recuerdo".

    Los Beatles, unos años después, evidenciaron la admiración por Dylan al situarlo en ese canon moderno que es la tapa de Sargent Pepper. Bob compartió algunos momentos con Lennon pero su Beatle preferido, fue George Harrison. Se convirtieron en amigos, compusieron alguna canción juntos, George grabó una gran versión de If not for you(preciosa canción de amor) e integrarían más de dos décadas después el súper grupo The Travelling Wilburys.

    Hasta ese noche en el Delmonico los Beatles bebían alcohol y tomaban pastillas. El hábito de las anfetaminas lo habían desarrollado en las largas noches de actuaciones en Hamburgo. A partir de ahí un nuevo mundo se abriría para ellos. Pocos años después experimentarían con el ácido. John de la etapa lisérgica pasó a la heroína.

    Lennon reconoció, años después, que Rubber Soul había sido su disco "del porro", el que había sido compuesta y grabado bajo los efectos de la marihuana. El homenaje más explícito fue Got to get you in my life, tema que bajo el ropaje de una canción de amor, esconde una oda a la marihuana compuesta por Paul. Cuando el grupo ya estaba separado y la relación entre McCartney y Lennon era tirante, John reconoció que ese era un gran tema, uno de los mejores de Paul.

    En 1967 el grupo pagó una solicitada a página completa en The Times londinense solicitando la legalización de la marihuana en la que firmaban otros importantes personajes del mundo de la cultura y las ciencias. A principios de 1980 Paul permaneció nueve días detenido en Tokio porque en su valija le encontraron una generosa bolsa de marihuana.

    El encuentro de esa noche de agosto de hace 55 años en el sexto piso del Hotel Delmonico quiso ser visto como "un momento que cambió la historia de la música moderna". Se trata de una hipérbole, de esas a la que son tan afectos los norteamericanos; rápidamente sindican un evento como histórico, como el que cambió las reglas de juego. El episodio tiene su innegable interés. Las dos fuerzas musicales más importantes y revolucionarias de su tiempo se encontraron por primera vez cara a cara. Y como si eso fuera poco, Dylan introdujo a los Beatles en el consumo de la marihuana.

    Muchos afirman que a raíz de ese encuentro, de ese cruce, los Beatles profundizaron el costado poético de sus canciones, comenzaron a prestarle atención a las letras. Y que como contracara, Dylan decidió seguir el ejemplo de los Beatles musicalmente y electrificó sus creaciones, lo que le valió que un año después le gritaran el famoso "Judas" desde el público.

    Los Fab Four se juntaron con Dylan de la misma manera que los hicieron en ese tiempo con Elvis Presley o Muhammad Ali (otros dos que están en la tapa de Sargento Pepper):se encontraban con personajes que admiraban, que ellos consideraban que estaban a su altura, con los íconos culturales de su época.

    Que la obra de Dylan influyó en los Beatles es evidente, lo dijeron ellos en varias oportunidades; que la influencia Beatle sobre cualquier músico popular de los últimos sesenta es palpable tampoco se puede negar. Sin dudas el ejemplo del grupo de Liverpool hizo reflexionar a Dylan y lo hizo probar nuevos caminos musicales.

    Pero la doble influencia hubiera sucedido de todas maneras, aún si no se hubieran encontrado en esa noche de Nueva York después del concierto en el estadio de tenis. Los Beatles se estaban cansando de las chicas gritonas que no los escuchaban y Bob quería probar musicalmente algo más que su guitarra y su armónica.

    Los Beatles y Dylan estaban ejerciendo su poder, esparciendo su influjo a todo el campo artístico. Y, como no podía ser de otro modo, ellos se influían y se mejoraban entre sí mucho antes de encontrarse a fumar marihuana. Dylan y sus letras existían; los Beatles y su revolución también. Ya habían cambiado la historia de la música aunque todavía a ambos les quedaban por producir sus grandes obras maestras: lo harían en los meses siguientes.

     

     

    Fuente Infobae.com