Plan de vacunación: hace falta menos show y más estrategia

  • Plan de vacunación: hace falta menos show y más estrategia

    Por Eugenio Semino – Defensor de la Tercera Edad

    En el mundo entero se está viendo que el entusiasmo por la obtención en tiempo récord de la vacuna contra el Covid-19 se va apagando ante los múltiples problemas que implican su producción y distribución. Como le ocurrió a nuestro país con la vacuna rusa Sputnik-V, producida por el instituto Gamaleya, le ocurre a la Unión Europea con AstraZeneca. Y es posible que le ocurra a otros países con otros laboratorios.

    En ese contexto, la decisión de los líderes políticos de darse la vacuna antes que el resto de la población para contribuir a generar confianza, no solamante es inútil sino que también es contraproducente. Era necesario construir confianza cuando íbamos a tener diez o veinte millones de dosis para aplicar en uno o dos meses. Si las vacunas van llegando a cuentagotas lo único que están haciendo los políticos es primerear al resto de la población, principalmente a la población de riesgo y de alta exposición.

    De qué le sirve a un adulto mayor con comorbilidades que lleva un año encerrado, ver que un político de menos de cuarenta, con una salud de hierro y una moral de barro, se aplica una de las poquísimas dosis que hay en el país. Una vez más muestran que los privilegios de la minoría que gobierna son más importantes que los derechos de la mayoría que espera.

    Si se leen las publicaciones de expertos y profesionales que trabajan en las diversas ramas del medio médico y farmacéutico, las estimaciones que se realizan con respecto a la vacunación hablan de un proceso mucho más largo de lo que anuncian las autoridades. Incluso en países desarrollados van a pasar varios meses hasta que una parte significativa de la población sea vacunada.

    También hay que tener en cuenta que, más allá de las dificultades en los centros de producción, están las dificultades de logística interna. Llevar adelante de manera satisfactoria un plan de vacunación para tantos millones de personas en un tiempo tan breve es una proeza difícil de cumplir, aún teniendo la vacuna.

    Por todos estos motivos es necesario asumir que en nuestro país muy posiblemente tengamos que enfrentar la segunda ola de la enfermedad con un porcentaje de vacunación demasiado bajo como para atenuar sus efectos. Esto no es pesimismo ni derrotismo, es simplemente un intento por ver la situación de manera objetiva.

    La población de riesgo, los mayores de 60 años, no podemos seguir esperando indefinidamente una respuesta que se basa cada vez más en la esperanza que en los datos concretos. Si el laboratorio ruso, o del país que fuere, no cumple con los plazos establecidos, nuestro país debería poder exigir el cumplimiento de lo pautado, del mismo modo que la Unión Europea hace con AstraZeneca, más allá de que en ese caso el tema se mezcla con las tensiones político-comerciales entre el Reino Unido y la Unión Europea. Sin embargo en Argentina nadie parece plantear el tema en esos términos. Nuestra única estrategia siempre es seguir esperando.

    Hay que reconocer y aceptar la realidad de la cuestión. La vacuna contra el Coivd-19 es el producto con mayor demanda en el mercado del mundo en este momento. Y la demanda sobrepasa la oferta. Pero esa oferta poco a poco se va a ir diversificando. Johnson & Johnson acaba de anunciar su vacuna y hay por lo menos tres vacunas chinas (de Sinopharm, Sinovac Biotech y CanSino Biologics) que están en distintas etapas de aprobación. Y es posible que vayan surgiendo otras en el mediano plazo.

    Frente a ese panorama es preciso pensar en estrategias concretas que busquen resolver el problema real en lugar de estar pensando cómo capitalizar políticamente una solución que no llega. Por ejemplo, hay que considerar la posibilidad de diversificar la demanda para ajustarse a la lógica del mercado. En lugar de esperar que el gobierno nacional consiga veinte millones de dosis para después distribuir en todo el país, tal vez sea mejor liberar la compra para que los distritos que tengan los recursos suficientes obtengan por su cuenta las dosis para su propia población. Y que el Estado nacional concentre sus recursos en asistir a los distritos que no pueden comprar por su cuenta.

    De este modo se podrían aprovechar los recursos y la logística de una manera mucho más racional. Si las vacunas se van obteniendo a cuentagotas, es decir de algunos cientos de miles por vez, es mucho más conveniente permitir que los distritos compren y apliquen por su cuenta.

    Cien mil vacunas concentradas en una ciudad son más efectivas que un millón desparramadas en todo el país. Y muchísimo más que un puñado de miles aplicadas a políticos y famosos. Si todas las dosis que compró hasta ahora el gobierno nacional se hubiesen concentrado en un sólo centro urbano, por ejemplo Rosario, la ciudad tendría a toda su población de riesgo vacunada y podría retomar su funcionamiento normal.

    Al distribuir las dosis en todo el país no se hace la diferencia en ningún lugar y el efecto se diluye. La logística es más complicada y los tiempos se extienden. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, ni siquiera se llegó a cubrir una parte importante del personal de salud. Ante la perspectiva inminente de una segunda ola la ciudad no cuenta con ninguna ventaja significativa.

    Otro posibilidad, que contribuiría a facilitar considerablemente el financiamiento, es cobrarle la vacuna a los ciudadanos que puedan pagarla. Y que puedan aplicársela en una farmacia de barrio. No hay motivos por los cuales quienes podemos pagar la vacuna por nuestra cuenta tengamos que recibirla gratis. El precio de una dosis no excede lo que puede pagar una persona de clase media. Y de este modo el sector privado podría absorver una parte de la demanda y permitiría que los recursos públicos se concentren realmente donde tienen que concentrarse.

    Ninguna de estas opciones resuelve de por sí el problema, pero son estrategias que necesitan ser analizadas para salir adelante. El hecho de que la vacunación centralizada haya sido un éxito en Israel, debería alcanzar para sugerirnos que tenemos que pensar en otras alternativas. Se trata en ese caso de un país con territorio reducido, el cuarto de nuestra población, una economía desarrollada, un Estado con una impronta militar muy presente y una población acostumbrada a esa disciplina, es prácticamente el opuesto de Argentina.

    Hay que tener en cuenta que aún llevando adelante estas u otras estrategias la perspectiva es la de un proceso extenso. Prepararse para el escenario más duro y trabajar para que no se concrete, y celebrar si no lo hace, es más razonable que quedarse mirando el show de la vacuna, mientras esperamos que se cumplan las promesas del Este.

     

    Por Eugenio Semino – Defensor de la Tercera Edad