Peter Gabriel lanzó su álbum "So" el 19 de mayo de 1986
Muchísimos años atrás, hubo una entrevista de un medio argentino a Sting. La memoria puede fallar un poco, pero la idea de la pregunta era si conocía algo del rock argentino (esto creo que fue más o menos para la época del Human Rights Now! que pisó nuestras tierras en octubre del 88). Obviamente Don Gordon Sumner negó todo conocimiento. La repregunta fue que ya había grupos conocidos en Latinoamérica, como Soda Stereo, Virus y algún otro. La contestación, un poco molesta quizás, pero absolutamente certera, es que si no habías triunfado en Estados Unidos, no triunfaste realmente.
Más allá de lo objetable de la opinión, ya que se puede ser exitoso sin haber pisado nunca un escenario de USA, traemos este recuerdo a colación porque, para 1985, Peter Gabriel era un intérprete conocido, con abundantes seguidores, pero no era un “rock star”, rango que pocos han obtenido a costa de hits, cuadros de superventas y girar permanentemente, además de llenar estadios en cada presentación.
Estamos hablando de artistas de rock foráneos a USA, de los que quizás U2 fue el último en subirse a ese tren de meganegocio con base en los States. Debe haber alguno más que se nos escapa, pero ojo, no confundamos este nivel de estrellato con popularidad, que es otra cosa. Los Ramones eran populares, reconocidos por músicos y fans, pero nunca ranquearon para este sitial. Peter Gabriel sí.
Y lo hizo precisamente a partir de este álbum, titulado simplemente So, palabra que tiene múltiples acepciones (Google lo traduce como Así), aunque quizás los hispanoparlantes jamás sepamos a que se refiere. Y es que Gabriel era reacio a titular sus trabajos, ya que opinaba que un titulo distraía la atención del arte de tapa. Pero la presión de su compañía por poner un nombre (o lo que es lo mismo, una etiqueta) lo llevó a rotularlo de esa irónica forma.
Comentábamos que Peter Gabriel no era un “rock star” para la industria, aunque sí era un reconocido y respetado músico que se había abierto de Genesis una década atrás, cansado de los disfraces y las letras fantasiosas sobre gigantes y duendes. Y asumió su personalidad.
Lo que ocurrió es que, de la misma forma en que entendía que un título distrae del arte, también pensaba que era menospreciado porque sus disfraces de goma escondían al cantante y músico que había en él. Así, liberado de las ataduras y el encasillamiento, Gabriel inicio una carrera que lo elevó al status de culto, con buenos álbumes y éxito creciente de críticas, y una estabilización en los charts del Reino Unido y Billboard dentro de posiciones expectantes, aunque no de podio. Algo que les suele ocurrir a los vanguardistas y amantes de la experimentación (David Bowie es quizás el ejemplo más contundente).
Quizás algún día hablaremos de esos LPs iniciales de Gabriel. Pero hoy nos ocupa So.
So fue visto en ese momento y también hoy por sus seguidores más fervientes como una traición, una entrega del alma del artista a los demonios de la billetera. Pero es una exageración. Porque no se trata de que So fuera un rotundo cambio en el sonido habitual del cantante.
Es cierto que el disco está imbuido en parte de sonidos negros, lo que lo ayudó a que se disparara al #1 en UK y #2 en Billboard, de la mano de su pegadizo single de difusión, “Sledgehammer”( #1 en USA, 4 en UK), el que además tenía un imaginativo videoclip de difusión que rotó por la MTV 24hs al día. El empuje de ventas y reconocimiento fue inmediato, y puso el nombre de Peter Gabriel en boca de muchos que jamás habían oído su música, arrastrando también al éter de la FM gemas de álbumes anteriores (“Biko”, “Games Without Frontiers”, “Shock the Monkey”, “San Jacinto”, etc), que de otro modo hubieran quedado en el olvido.
Tal fue el impacto de So, que generó expectativas en su sucesor Us, editado 6 años después, y traccionó sus ventas, llevándolo al puesto 2 en USA y en su país, aunque se trataba de un álbum claramente menos “impactante” que su predecesor.
Entonces, ¿So es un álbum artísticamente brillante o un disco pergeñado para vender?
Como siempre, la respuesta está en el medio de las posiciones extremas.
So es un gran disco, desde ya el más exitoso de la carrera de Gabriel, pero además está además lleno de canciones de gran factura. Por lo que la pregunta que correspondería es, ¿Se trata de un disco que rompe con su pasado?
Y la respuesta es un sí a medias, porque si bien tiene canciones marcadamente “difundibles”, aptas para el paladar del consumidor medio, también hay de las otras, aquellas que remiten al pasado inmediato, como ‘Mercy street’, ‘We Do What We’re Told’ o ‘This Is the Picture’.
De algún modo el disco quiere rescatar sonidos negros, pero en parte lo hace desde la tecnología (la percusión de ‘Don’t give up’, por ejemplo), lo que le da una resonancia especial. Y esto tiene que ver con el concepto que acompaño la producción de So. Para trabajar con él, Gabriel llamó a Daniel Lanois (Joshua Tree, The Unforgettable Fire, Achtung Baby) y junto a su guitarrista David Rhodes se atarearon sobre acordes y estructuras. Pero lo mejor vino cuando metieron la tecnología. Peter Gabriel estaba entusiasmado con ella; entendía que esta gama de herramientas ayudaba al producto final. Pero a la vez comprendía que generaban una mayor toma de decisiones que complicaba la elección del punto ideal, según comentó a la Billboard en 1986.
So pretendía sonar negro y moderno. Pero hay una anécdota da cuenta de la diferencia entre “sonar negro y moderno” y “sonar negro”. El disco estuvo nominado al Grammy del 87 como mejor álbum (ya sabemos que los Grammy ni siquiera son un premio, Simpsons dixit). Pero perdió. Y perdió con Graceland, de Paul Simon, un álbum fabuloso plagado de percusión africana. Y humana. Y esa es la diferencia entre el uso y el abuso de la tecnología puesta al servicio del músico. Sonar natural o sonar artificial, que es en parte lo que se critica a So.
Detalles aparte, aun así Gabriel definía a su trabajo como accesible, en los términos en que se podían ejecutar las canciones fácilmente en una guitarra o un piano, y ser reconocibles, cosa que entendía no ocurría con parte de sus trabajos anteriores.
En cierto modo, So puede dividirse entre las canciones con pasta de hit (para ser honestos, la mayoría), y aquellas mas avant garde, menos digeribles a primera escucha, pero igualmente de calidad. Entre las primeras tenemos claramente a ‘Sledgehammer’, el corte por excelencia del disco, una canción que entró al álbum por la ventana, pues fue la última en grabarse cuando ya cerraban la puerta del estudio. Es el homenaje de Gabriel a sus influencias de soul, con sus vientos marcando la introducción, una base funk, los coros femeninos y su letra de doble sentido. El video clip, con sus caras de frutas que evocan a un genial artista del renacimiento (Giuseppe Arcimboldo), completó la tarea de hacer de este single el más exitoso de la carrera del inglés.
También ‘Big time’ es otro corte hecho para difusión, muy marcado por la batería de Stewart Copeland y un bajo tocado a dúo por Tony Levin y el baterista Jerry Marotta, quien toca las cuerdas con sus baquetas mientras Levin digita los trastes. Sin tanto éxito como su antecesor, también llegó al puesto 8 de Billboard. Irónicamente, la letra de ‘Big time’ remeda aquello que se le criticaba:
El lugar de donde vengo
Es un pueblo pequeño
Ellos piensan tan pequeño
Y usa palabras pequeñas
He tenido suficiente,
Me voy a la ciudad, la gran gran ciudad
Seré un gran ruido con todos los chicos grandes
Tantas cosas que poseeré
Y rezaré a un gran dios
Mientras me arrodillo en la gran iglesia
Otra de las grandes canciones de So es ‘Red rain’, que abre el disco, y se inspira en una idea vieja de Gabriel, acerca de la humanidad castigada por una lluvia rojo sangre. Esa idea de un castigo ¿divino? era también la que pululaba en boca de los pastores mediáticos acerca del SIDA, lo que daba a la canción un rasgo de actualidad; también la imagen de la lluvia roja podía asimilarse a la lluvia negra asociada a la radioactividad, otro monstruo amenazante de la guerra fría vigente.
‘In your eyes’, que quizás sea la mejor canción de So, el track donde mejor se fusionan todas las ideas de Gabriel para este disco, incluyendo la voz de Youssou N’dour, su propio ‘descubrimiento’, y ‘Don’t give up’, una magnífica canción marcada por la voz de Kate Bush invitando a no entregarse cuando la oscuridad amenaza con tragarnos, son las otras dos canciones claves de este disco, que lo hacen único.
En contrapartida So presenta también canciones como ‘Mercy street’, la suave letanía de ‘We Do What We’re Told’, y ‘This Is the Picture’, bonus track de CD original, que cuenta con Laurie Anderson y que no podía ser otra cosa que algo de calidad pero no fácil de digerir. Todos tracks de degustación lenta, como los buenos vinos.
Con lo que volvemos al interrogante de antes. So ni es completamente comercial ni se aleja de quien es Peter Gabriel. Es una mezcla de ambas cosas, y está bien. Un artista es alguien que muestra su alma en sus creaciones, y éstas toman el rumbo que él les quiere dar. Si de repente, ‘Sledgehammer’ o ‘Big time’ tuvieron gran repercusión en los charts y las radios, y eso molestó a los fans del núcleo duro, bueno, mala suerte.
Un artista se debe a su público, pero antes que nada se debe a sí mismo. Y Gabriel entendió que las canciones de So eran las que mejor representaban su realidad en 1986. Bienvenido haya sido, pues eso abrió las puertas de este gran artista a los oídos de muchos que no le conocían.
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